Todos los que hemos visto una película, una serie, un documental o cualquier otro formato audiovisual en versión original con subtítulos hemos podido darnos cuenta alguna vez de las diferencias que existen entre lo que escuchamos y lo que leemos, especialmente si tenemos un mínimo de entendimiento del idioma original. Es frecuente notar comentarios más o menos críticos sobre la cantidad de información que el espectador puede perder si se queda solo con la información de los subtítulos. ¿Por qué ocurre esto?, ¿no hay ninguna manera de evitarlo? La respuesta, a continuación.
El subtitulado es un tipo de traducción audiovisual y cuenta con una serie de técnicas, pautas y limitaciones propias. El traductor tiene unas limitaciones muy concretas en tiempo y espacio que son inamovibles para garantizar un buen resultado final en los subtítulos.
Para tener una idea de la complejidad del asunto, el traductor que se dedica al subtitulado no tiene en cuenta sólo el contenido textual sino también el espacio y el tiempo.
Las limitaciones en el espacio vienen dadas debido a que se suele contar con dos líneas de subtítulos en pantalla, las cuales no pueden superar los 35 caracteres. Estos subtítulos pueden permanecer más o menos tiempo, según la sincronización con el audio y los cambios de imagen y escena. Como limitación temporal, el ojo humano es capaz de leer aproximadamente unas tres palabras por segundo (velocidad media de lectura). Esto significa que son necesarios unos 4 segundos de velocidad media de lectura para dos líneas de subtítulos que contienen unos 70 caracteres. ¡Y además hay que acompasar los tiempos de aparición y desaparición de los subtítulos con la entrada de audio, los cambios de escena y de imagen!
Como podéis imaginar, es mucha la cantidad de información que tendría que modificarse o (desafortunadamente) eludirse para garantizar el éxito en los subtítulos si un profesional no se encargase de evitarlo. Unos subtítulos mal sincronizados en tiempo y espacio pueden suponer un auténtico desastre para la serie, película o documental…
Y aquí viene la labor del buen traductor, que se encarga de modificar el lenguaje de la versión original y, filtrándolo con su conocimiento acerca de la lengua meta, es capaz de mantener en la medida de lo posible la esencia del producto audiovisual. Por supuesto, se puede estar más o menos de acuerdo con el resultado final pero… ¿parecía sencillo, eh?
Marta